miércoles, 17 de junio de 2009

Como testigo



Yo no soy un fundamentalista de la cerveza. Con ese fin habrá empresas multinacionales y miles de ejecutivos con saco y corbata que sabrán defenderla con uñas y dientes. Sabemos que el alcohol es un flagelo que ataca especialmente a los más jóvenes y que no distingue capas sociales. Verdad dolorosa pero trillada, repetida en los medios de comunicación y sin aparente solución. Aunque a su vez y bien entendida, sin excesos ni complicandole la vida a nadie, la cerveza forma parte de un rito de amistad. De tomarse una rodeado de amigos, en momentos que uno quisiera que se inmortalizen para siempre. Entre sorbo y sorbo contarnos nuestras cosas, los quilombos familiares, cómo va la facultad, qué onda con la minita esa que saliste el otro día y por qué San Lorenzo juega tan horrible. Ahí, con el vaso en la mano, nos sentimos cada uno con su título de filosofía en el brazo y tenemos respuestas para todo. Esos momentos sí que los voy a defender. Forman parte de mi pasado, presente y quisiera que se repitieran toda la vida. De soñar en tener un bar propio, que sería regenteado por quien escribe estas líneas, ya que a la consideración grupal cuento con las cualidades jurídicas justas para ejecutar semejante desafío hasta la esquizofrénica idea de embarcarnos tres meses en Alemania para degustar, con tiempo y sobre todo paciencia, cada tipo de cerveza. ¿Cómo financiariamos esa travesía? Todavía la seguimos discutiendo. Allí, inerte y complacida nos mirará la cerveza como fiel testigo de una amistad que se prolonga por más de quince años, desde esas épocas con guardapolvos y sueños por cumplir. Brindo por ella. Y por nosotros.

0 comentarios: